Nunca entendió la razón por la que llamaban mujer florero, hasta que un día él escapó con el jarrón en el que tan elegantemente la había vestido. Ella, fragmentada, se esparció por el suelo esperando ser recogida por otras manos.
Cuando la vio semi-desnuda sobre el parqué, apartó el velo de dos años de maquillaje tras el que ella jugaba al escondite, descubriendo en su exuberancia y patetismo que las violetas ya estaban marchitas.
Apostarlo todo a lo superficial es como apostarte la vida al 15 rojo en la ruleta, siempre acabas perdiendo.
ResponderEliminarUn saludo, Pettitrosso
Muchas gracias por tu comentario, Javier. Como bien dices, las apuestas de silicona antes o después revientan (también fuera de los aviones).
ResponderEliminarEl tiempo nunca pasa en balde... la unica belleza es la que es tan natural que no se necesita nada para cultivarla.
ResponderEliminarSentirse orgulloso de lo que es cada uno es el agua necesaria... y el amor propio el abono.
Me ha encantado lo de que tras el maquillaje jugaba al escondite... y tras un vistazo a muchos de tus textos, debo de decirte que tienes un caos muy bien colocado dentro de tu cabeza.
En placer encontrarte... o algo asi...
Gracias Kramen, me halaga mucho que te hayan gustado mis textos. Ciertamente, el maquillar los propios años no es para nada sano, pero puede ser hasta cierto punto comprensible en una sociedad en la que parece que no hay sitio para +50.
ResponderEliminarSupongo que si a esto le sumamos algo de inseguridad personal y dependencia de tu pareja, y tenemos un florero en potencia.