Fuga y metamorfosis

Cierro mis ojos como abanicos
y me tumbo sobre mí misma.
Mi voz me mira y me dice
que de noche todo es negro.

Los olores son negros.
En mi boca brota un musgo oscuro
y mis palabras saben a tierra húmeda.
Las estrellas están lejos 
y uno mismo también es negro.

Me gusta mirarme.
No sé dónde empiezo
y dónde acabo.

Sólo cuando la frontera de la propia piel se difumina
se nos permite ser fugitivos
de nosotros mismos.
Necesito invertirme
para poder entrar 
en mi misma.

Todas las ventanas están abiertas
y el frutero está en llamas.
La televisión flota en la habitación
y el barco de vela ha encallado entre los muebles.
La ropa duerme detrás del armario.

Tú, inmóvil bajo la silla
me preguntas por qué
los encuentros con uno mismo siempre
terminan en desencuentro
o por qué
es tan
difícil
encontrar un mínimo atisbo de realidad
dentro de sí.