Hoy vuelvo a causar heridas ajenas.
Atraviesan punzantes mis orejas
y despegan
y despegan
como cicatrices cíclicas,
brillantes y ascendientes,
a ambos lados
de mi cara desnuda.
brillantes y ascendientes,
a ambos lados
de mi cara desnuda.
Mis lóbulos
son
aeropuertos
en aire.
Aviones a tierra,
aviones a carne.
Hace poco subí por primera vez en mi vida a un avión. El daño ajeno a veces es inevitable. Un abarzo.
ResponderEliminarCuando las heridas son comestibles.
ResponderEliminarAvisa cuando se produzca o reproduzca el aterrizaje, por favor.
A mí me siguen dando miedo los aviones... pero a veces, como dices, es necesario. Muchas gracias por pasaros los dos. Besos
ResponderEliminarAviones que parecen morder el cielo cuando los miras, y solo muerden tu alma obligándote a pensar. ¿Un alma que piensa? Cosas que solo consiguen las cosas que se balancean en el aire.
ResponderEliminarGracias por este poema, un abrazo.
A veces es inevitable...
ResponderEliminarUn saludo.
Gracias a ti María por tu aportación :)Es lo que tiene balancearse: tocas los dos extremos en vez de un sólo punto medio. Un beso
ResponderEliminarTienes razón Ina, aunque la mayoría de las veces, lo inevitable tiene muchos grados...
...un aeropuerto en el aire tendrá una estabilidad difícil... durante un tiempo, al menos... después también volará, como un avión, y volarán todos (o volaremos todos)...
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