Antipoema

Las musas cuelgan inexpresivas de los árboles
como esas manzanas rojas y brillantes
que sólo alcanzamos con ojos hambrientos.

Intento rozarles un pie.
Las golpeo con un palo para que caigan.
Siguen muy arriba y yo
no consigo escribir nada.

Me pregunto si
hablar del propio (no) poema en el mismo
lo convierte en otra cosa.


La próxima vez que publique algo
imaginadme debajo de una musa podrida.

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