Mañana de domingo en rue de la Cerisaie

Hoy ha vuelto ese viento
espeso y tropical
que lo inunda todo
que me sumerge en esa tristeza serena,
en ese oleaje tranquilo,
en mis campos de amapolas negras.

Dejo el cuerpo muerto
y el viento me invita a bailar, 
roja,
mi propio luto
sobre las flores que
algún día
alguna parte de mí que no recuerdo
debió plantar sobre mi cama.

obliteración

tengo los pulmones llenos de arena
de paisajes trenzados de verano
que saben a sal y a hierba quemada
de maizales dorados e infinitos
me pierdo y piso mi propia mano
y me veo
semi-enterrada y
el paisaje se desdobla
tengo arena en la garganta y
los maizales dorados e infinitos y simétricos
y me pierdo y piso mi propia mano
me desdoblo y me multiplico
repetir es anular
me desdoblo y me multiplico
igual que cuando dices muchas veces una palabra y
me veo
deja de tener sentido y
piensas en lo absurdas que son esas letras juntas

y los maizales dorados e infinitos y simétricos

Fuga y metamorfosis

Cierro mis ojos como abanicos
y me tumbo sobre mí misma.
Mi voz me mira y me dice
que de noche todo es negro.

Los olores son negros.
En mi boca brota un musgo oscuro
y mis palabras saben a tierra húmeda.
Las estrellas están lejos 
y uno mismo también es negro.

Me gusta mirarme.
No sé dónde empiezo
y dónde acabo.

Sólo cuando la frontera de la propia piel se difumina
se nos permite ser fugitivos
de nosotros mismos.
Necesito invertirme
para poder entrar 
en mi misma.

Todas las ventanas están abiertas
y el frutero está en llamas.
La televisión flota en la habitación
y el barco de vela ha encallado entre los muebles.
La ropa duerme detrás del armario.

Tú, inmóvil bajo la silla
me preguntas por qué
los encuentros con uno mismo siempre
terminan en desencuentro
o por qué
es tan
difícil
encontrar un mínimo atisbo de realidad
dentro de sí.